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¿Cual es mi mejor versión? Las autoexigencias que nacen desde las demandas sociales

Cuando ser tu «mejor versión» se vuelve una carga

Ps. Mabel Guillén. Terapeuta familiar y de pareja

En la actualidad está de moda la frase “sé tu mejor versión”. Está en redes sociales, en conferencias, en conversaciones cotidianas. A primera vista, parece un mensaje inspirador. Pero cuando esa invitación se convierte en mandato, puede volverse una trampa emocional: la de exigirse más y más, sin pausas, sin compasión.

El espejo de las comparaciones

En este contexto social hiperconectado, es fácil mirar hacia afuera y sentir que todo el mundo va más adelante. Las redes sociales -ese escaparate idealizado de vidas- alimentan una sensación de desventaja: otros parecen tener relaciones más estables, cuerpos más sanos, familias más armónicas, logros más notables.

En esa comparación silenciosa pero persistente, aparece una presión por alcanzar lo que se ve en otros. Entonces llega la autoexigencia de:

  • Ser más productivos, atractivos, exitosos o “fuertes”
  • Ser más pacientes, eficientes, resilientes.
  • Tener respuestas claras todo el tiempo.
  • Decidir siempre lo correcto, sin margen para el error.
  • Mantener la calma, aun al borde del colapso.

Al no llegar a esas metas inalcanzables, se activa la culpa: “Debería haber podido”“¿Qué me pasa que no logro estar bien?”“No soy suficiente”.  El resultado es un ciclo de frustración, desgaste y autoevaluación constante, que erosiona la autoestima y agota la energía emocional.

Cuando la autoexigencia impacta en las relaciones

Esta lógica de exigencia no se queda en lo individual. También se traslada, de forma sutil pero poderosa, a las relaciones más significativas, especialmente la de pareja. Aparece en forma de pensamientos como:

“Debería saber amar mejor”.
“Si algo no funciona, es culpa mía”.
“Tengo que hacerlo bien para que no me dejen”.
“No puedo fallar, debo ser siempre paciente, amoroso/a, disponible”.

Dichas creencias cargan con un ideal inalcanzable del amor, donde no hay espacio para los errores, las dudas o las pausas. Uno se vuelve intolerante consigo mismo y también con la del otro.
También sentimos el peso de las expectativas sociales: sobre cómo “deberíamos ser” como pareja, como padres, como adultos funcionales, todo lo cual puede bloquear la espontaneidad, la vulnerabilidad y el crecimiento conjunto.

¿Qué significa, entonces, ser «mi mejor versión»?

Tal vez sea momento de resignificar esa frase. Porque «tu mejor versión» no es la más perfecta, ni la que cumple con todas las expectativas. No es la que siempre sabe qué hacer, ni la que jamás se equivoca.


«Tu mejor versión» es la que se escucha con honestidad. La que se respeta y se acompaña incluso cuando cuando no encuentra una salida. Es la que sabe pedir ayuda, reconocer límites, soltar lo que no hace bien. La que se permite el descanso, la pausa, el cambio de dirección.


Esa versión no es una meta a alcanzar, sino una forma de habitarte con más autenticidad. Cambia con el tiempo, evoluciona consigo mismo. No tiene una sola forma, ni una fórmula mágica.

Algunas ideas para empezar a soltar la autoexigencia

Si te sientes atrapado/a en esa necesidad de ser más, puedes comenzar por pasos sencillos pero significativos:

Ante la sensación de sentirse atrapado/a en la necesidad de «ser más», es posible comenzar con pasos sencillos pero significativos:

  • Reconocer los límites como señales de salud, no de debilidad.
  • Observar los pensamientos automáticos: cada vez que aparece un “debería”, pregúntate de dónde viene esa exigencia.
  • Hablar consigo mismo/a como se hablaría con un ser amado: con ternura, compasivamente, sin reproches.
  • Permitirse dudar: la duda no significa fracaso, sino apertura a nuevas posibilidades.
  • Recuerda que tu valor no está en lo que logras, sino en quién eres: incluso en tus días más frágiles.

En resumen

La mejor versión de si mismo, no nace del perfeccionismo ni del rendimiento constante. Nace de la conexión consigo mismo/a, de la capacidad de sostenerse con amabilidad en medio del caos, de elegirse a si mismo/a incluso cuando no sea el mejor momento.

No es necesario ser perfecto/a. Es necesario ser auténtico/a.

Esa autenticidad es el punto de partida para una vida más plena y relaciones más reales. En CETEFIC, acompañamos a quienes desean transitar ese camino con más compasión, sin tantas exigencias, desde un enfoque que integra la psicología, la emocionalidad y el valor de los vínculos.

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